EL DON

 

 

Venimos de un paradigma que nos educó de un modo hegemónico, con mandatos compartidos, uniformes, sexistas, que -por lógica- generó la construcción de individuos cortados por la misma tijera.

En ese universo, tener un don era algo especial -casi mágico- asociado a la posesión de un talento de una envergadura tal que hiciera sobresalir de la media haciendo algo usual o inusual de un modo excepcional.

El don es dado, pero eso no significa que sea algo dado aleatoriamente solo a algunos o algunas…

El don o los dones son los talentos que nos distinguen de los demás, que nos hacen únicos; son esas condiciones, habilidades, para hacer algo que -probablemente- nos colme de alegría al llevarlo a cabo, algo que -casi seguro- va a estar muy relacionado con nuestra realización personal.

Sin embargo, no somos educados para conectar con esas habilidades innatas, para descubrirlas, explorarlas, conocerlas, desarrollarlas, expandirlas, hacerlas propias y potenciarlas… somos educados para entrar en moldes prefijados, que muchas veces nos quedan incómodos y otras tantas son la forma perfecta para anular aquello que estamos esencialmente llamados a ser.

Como ya es hora de dejar de echarle la culpa a la educación que recibimos, llegó el momento de asumir que nunca es tarde para reverse, mirarse, hurgar dentro de uno, asumir el riesgo de encontrar cosas desagradables para -finalmente- encontrarnos a nosotr@s mism@s.

Prestarle atención a nuestros dones, a aquello que nos fue dado para que, con dedicación, trabajo y persistencia, logremos desarrollarnos, es probablemente uno de los recorridos que mayor satisfacción puede generar..

Es hora de entender que tener un don y ser un dotado para sobresalir en determinada actividad, no es lo mismo y una cosa no quita la otra y que negarnos la posibilidad de ser en lo que nos fue dado es mutilarnos.

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