Sucede que, muchas veces, en esto de descubrir nuestra forma de andar por la vida, de desarmar lo aprendido para armarnos desde un lugar de auténtica elección hecha en pleno ejercicio de la libertad de la que gozamos, esa que nos interpela, luego, a ser responsables, tanto de cada uno de nuestros actos como de nuestras omisiones, vamos buscando -a la vez- sacarnos de encima las cuestiones que nos traen incomodidad…
Lo incómodo es aquello que nos molesta, que nos da displacer, nos fastidia, cansa, aburre, joroba, enoja, desagrada, contraría o desagrada por alguna causa o motivo.
Si miramos la etimología de la palabra, el prefijo in refiere a “no, sin”, con a “todo, junto” y modus a “modo”.
Es decir, por definición, la incomodidad es el modo del no todo… de no tener todo, de observarnos en la carencia de algo… de ser desde lo incompleto..
Con lo cual, en este juego de animarnos a generar nuevas formas que nos desafíen a salir de la zona de confort -que, dicho sea de paso, suele traer consigo una enorme incomodidad dentro de la aparente comodidad- e ir en búsqueda de nuevas formas -que traerán otras incomodidades-, el factor común pareciera ser ese grado de incomodidad que nos empeñamos en evitar…
La incomodidad nos habita porque refiere a la imposibilidad de tenerlo todo a la vez, se vincula con esa parte que perdemos en cada elección que hacemos, con el costo de cada ganancia que incorporamos en nuestra vida…
Hay una fracción de incomodidad casi inherente con el hecho de estar vivos/as…
Entendernos en ese grado de incomodidad, aceptándola como parte del juego armónico que deviene del ejercicio de elecciones, nos conecta con aquello que es conveniente aceptar para vivir en mayor armonía con nosotr@s, con otr@s y con las circunstancias que vamos creando para transitar esta vida según el diseño que sepamos hacer en ejercicio del protagonismo que tenemos como autores/as de nuestras existencias..
Puede que sea hora de mirarnos en las incomodidades que nos habitan… chequear de dónde provienen… si son consecuencia de la aceptación de algo que no queremos para nuestra vida o si forman parte de ese costo inherente a la incorporación voluntaria de algo que sí deseamos para nosotros/as…
Es tiempo de conectar con la incomodidad para tomar, aceptar, esa que trae -en la otra punta del palo- algo que deseamos, que queremos crear en nuestra vida, y soltar, en su caso, las cuestiones que nos incomodan y no nos dejan nada bueno a cambio..
Quizá ya sea momento de distinguir las incomodidades que nos habitan, ir hacia adentro -“in”- para mirarnos desde ese lugar y observar desde ahí, qué papel estamos teniendo en el diseño de nuestras vidas… qué incomodidades tiene sentido aceptar y cuáles es hora de desechar…
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